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EL PROBLEMA DE LA VOLUNTAD.
Esta dificultad se presta a varias presentaciones. En general se puede afirmar así: Si Dios es
soberano y sólo pueden ocurrir las cosas que están determinadas en
Su decreto, ¿hay alguna esfera exceptuada en que la criatura humana
pueda ejercitar su libre albedrío? O, de otro modo, ¿podría la
voluntad humana actuar siempre fuera de la voluntad de Dios? Y si
no, ¿es su acto libre?
Para los problemas planteados en estas preguntas, se han
formulado respuestas más o menos claras. Pero antes de considerar
estas respuestas, es bueno dar alguna atención a la naturaleza precisa
de los problemas incluidos.
Como primeras criaturas, así ángeles como hombres fueron alegre
y perfectamente sujetos a la voluntad de Dios. Tal, verdaderamente,
es el presente estado de los ángeles santos y no hay necesidad de
inquirir en cuanto a ellos y cómo ejercitan su voluntad. Están
determinados a hacer sólo lo que agrada a Dios. Libertad para actuar
de otra manera se acordó para ellos tan plenamente como para
aquellos ángeles "que no guardaron su dignidad" (Jud. 6). Ellos
continuaron en su voluntad é indudablemente continuarán haciendo
así por toda la eternidad. El primer pecado cometido en el cielo y en
el universo mismo, lo fue cometido por el más grande de todos los
ángeles y antes -quizá edades antes- de la creación del hombre. El
ángel que pecó primero en el cielo es descrito tanto en su persona
como en su puesto señalado por Dios, en Ezequiel 28: 11-15 y bajo el
título de "el príncipe de Tiro." La naturaleza de ese pecado está
registrada en lsaías 14:12-14 en donde el ángel es presentado bajo el
título de Lucero, hijo de la mañana", y en donde el preciso carácter
de su quíntuple pecado se revela. Se verá que el pecado consiste en el
ejercicio de la voluntad del ángel en oposición a la voluntad de Dios.
Ninguna imaginación podría pintar, ni lenguaje alguno podría
expresar lo terrible del momento cuando por primera vez, una
criatura se opuso a la voluntad soberana de Su creador. Fue el mismo
ser que como una consumación de su propio pecado ha dicho: "Seré
semejante al Altísimo" (Is. 14:14), que más tarde apareció en el
jardín del Edén y, siguiendo a la creación del hombre, allí aconsejó al
primer hombre y la primera mujer el ser como Dios (Elohim, comp.
Dn. 5:11 ). La traducción de la versión de 1909 dice "seréis como
dioses" queda abierta a cuestiones, siendo que el nombre de la
Deidad que usa aquí el Espíritu es Elohim. Es un nombre plural,
ciertamente, pero es el original de donde se deriva el título Dios que
es casi universalmente traducido a través del Antiguo Testamento. El
que 'había pecado y caído diciendo: "Seré semejante al Altísimo",
ahora propone al hombre que por desobediencia sea como Dios. Sólo
en ese respecto -independencia- podría tanto el ángel como el
hombre ser como Dios.
Contra todo esto, se ha revelado que la perfecta humanidad de
Cristo fue enteramente sujeta a la voluntad de Su Padre. Está escrito
acerca de El que "entrando en el mundo dice: ... He aquí que
vengo ... oh Dios, para hacer tu voluntad" (He. 10:5-7; comp. Sal.
40:6-8). Podría no ser perfecta humanidad o criatura la que no está
completamente sujeta a la voluntad de Dios; y el primer paso en la
salvación por parte de aquellos para quienes se ha provisto la
redención es que ellos obedezcan el evangelio (Hch. 5:32; 2 Ts. 1:8;
He. 5:9; 1 P. 4:17). Con esta provisión a la vista no hay necesidad de
que nadie se pierda de los que quieran ser salvos.
La elección humana de lo que es bueno, como escoger lo que es
malo se origina en el interior, como la volición del individuo y es
libre en el sentido de que el individuo no es consciente de que alguna
necesidad sea impuesta sobre él. Toda acción humana está incluida en
este concepto. Siendo que la acción humana es restringida no por
otra cosa que por la persuasión moral o por emociones, la pregunta es
hasta qué punto es libre la voluntad humana: En contra del sentido
de libertad de acción que experimenta el individuo, la Escritura
enseña que hay restricciones múltiples sobre la voluntad. En cuanto a
los inconversos se asegura que ellos siendo hijos de desobediencia
Satanás les da la energía (energéo) (Ef. 2:2), hecho que
denota casi un dominio ilimitado sobre los que así son energizados.
En cuanto a los regenerados la revelación es que "Dios es el que en
vosotros produce" (energéo) (Fil. 2: 13), hecho que denota un
dominio de Dios casi ilimitado sobre los salvos. Así la familia humana
entera -tanto los inconversos como los salvos- está incluida, y nadie
de éstos será libre por una influencia superior. Esta influencia, tan
pronto como lo es, puede ser totalmente desconocida dentro de la
línea de la experiencia humana. La Biblia afirma plenamente que
Dios influencia a los no regenerados, hasta cierto punto, así como
Satanás y el poder de la naturaleza caída influencian al regenerado.
La influencia de Dios sobre los inconversos debe ser ejercitada si alguna
vez ellas han de volverse a El con fe salvadora. Cristo declaró:
"Ninguno puede venir a mí, si el Padre que me envió no le trajere"
(Jn. 6:44); y el Apóstol ha escrito por el Espíritu: "Por gracia sois
salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios"
(Ef. 2:8; comp. Fil. 1:29). Se produce mucha confusión por las
afirmaciones de que Dios en ocasiones impide la visión espiritual y
endurece corazones. El ordenó con respecto a Israel: "Engruesa el
corazón de este pueblo, y agrava sus oídos, y ciega sus ojos, para que
no vea con sus ojos, ni oiga con sus oídos, ni su corazón entienda, ni
se convierta, y haya para el sanidad" (Is. 6:10). Este es un juicio
sobre la nación por sus malos caminos y sirve también como la
ceguera del pueblo, como se predijo, a través de la era presente en la
que los judíos y gentiles igualmente son puestos frente a la gracia
salvadora de Dios y Su propósito en cuanto al llamamiento de la
Iglesia (Ro. 11:25). Siete veces afirma que Dios endureció el corazón
de Faraón (Ex. 4:21; 7:3; 9:12; 10:20,27; 11:10; Ro. 9:17,18), y
tres veces se dice que Faraón endureció su propio corazón (Ex.
8:15,32; 9:34; comp. Dt. 2:30. Nota, también Ex. 7:13,22; 8:19).
Así también se registra en 2 Tesalonicenses 2:11 que Dios dará a la
gente de la edad de la tribulación venidera "un poder engañoso" (o
mejor "operación de error") para que crean la mentira. Este engaño
es con el fin de que todos ellos puedan ser juzgados, los que no
recibieron el amor de la verdad para ser salvos. No es un mero acto
permisivo aquí o en el caso de Faraón. Definidamente se dice que
Dios es la causa de estos estados del corazón, así como es la causa de
la ceguera de Israel. En estos ejemplos, como en otros a menudo,
aparentemente Dios no pide ser exonerado de la responsabilidad
directa de las causas que se le atribuyen a El. Es cierto que en los
eJemplos arriba citados, Dios no crea el corazón malo, sino más bien
saca a una acción manifiesta lo que está latente dentro del corazón
con el fin de que pueda ser juzgado. "De manera que de quien quiere,
tiene misericordia, a quien quiere endurecer, endurece" (Ro. 9:18).
La voluntad de la criatura es una creación de Dios y en relación a
ella Dios no sustenta ni timidez ni incertidumbre. El hizo la voluntad
de la criatura como un instrumento por el que El puede cumplir su
propósito soberano y es inconcebible que alguna vez se frustre Su
propósito. En cuanto a la paciencia de la soberanía de Dios sobre
todas sus criaturas, el estudiante debería leer con reverente atención
Isaías 40:10-31 y Job 38:1-41:34.
Al ejercitar Su voluntad el hombre sólo está consciente de su
libertad de acción. El determina su proceder por las circunstancias,
pero Dios es el Creador de las circunstancias. El hombre es impelido
por emociones, pero Dios es capaz de originar y de controlar cada
una de las humanas emociones. El hombre se enorgullece de que él se
gobierna por juicio experimental, pero Dios es capaz de fomentar
cada uno y todo pensamiento o determinación de la mente humana.
Dios moldeará y dirigirá en todas las causas secundarias hasta que Su
propio eterno propósito sea una realidad. ¿De qué otra manera
podría El cumplir sus pactos que El ha encomendado al control de
las acciones y destinos de los hombres para el fin del tiempo y para la
eternidad? Su elección es segura; porque a los que predestinó a ellos
-no más, no menos- llama; y a los que llama, a ellos -no más o
menos- El justifica; y a los que justifica, a ellos -no más o menos- El
glorifica. Cuando predestina, El asume la responsabilidad de crear,
llamar, salvar y de completar de acuerdo a Su propósito. Al llamar El
los mueve para creer para la salvación de sus almas, a los que El ha
escogido. Al justificar El provee un sustituto y eficaz Salvador quien
por Su muerte y resurrección El es legalmente capaz de colocar al
primero de los pecadores en una relación tan perfecta con El como la
de Su propio Hijo. Y al glorificar, El perfecciona todo ese amor
infinito que ha proyectado. El número preciso que ha de ser
glorificado es precisamente el número y los mismos individios -no
más ni menos- que El predestinó. Cada uno ha creído, ha sido salvo,
ha sido perfeccionado y presentado, como Cristo lo es, en gloria. Los
hombres entran conscientemente en esta gran empresa sólo por fe, o
sea respondiendo al llamamiento eficaz. Naturalmente, a ellos les
parece que ellos, actuando libremente dentro de la restricta esfera de
su conciencia, determinan cada cosa. Su acción es vital porque ni un
eslabón en la cadena de Dios puede faltar. El punto en donde surge la
equivocación es con referencia al hecho que, hasta donde su
conocimiento les sirve, ellos están seguros que actúan libremente; con
todo, cada persona verdaderamente regenerada testificará que él no
hubiera vuelto al Señor aparte de esa toda importante atracción
divina de su corazón. La elección divina es absoluta. Si esto le parece
a alguien que es quitar las cosas de las manos de los hombres y
encomendarlas a las manos de Dios, al menos debe concederse que,
cuando así se encomienda a Dios, las cosas están en buenas manos y
éste, después de todo, es el mismo universo de Dios en donde El tiene
derecho soberano para hacer según los dictados de Su propia
voluntad. También debe concederse que la esfera dé la acción
humana, hasta donde puede significar alguna cosa en la esfera de la
conciencia humana, es dejada en perfecta libertad de acción. No
debiera considerarse un crimen de parte de Dios el que El revele a Sus
elegidos que Su poder soberano y propósito están operando a través
y sobre todas las fuerzas humanas y causas secundarias.
Escribiendo de la solución propuesta del problema que engendra
las dos voluntades, el Dr. John Dick afirma:
"Aquí venimos a una cuestión que ha comprometido la atención y ejercitado
la inventiva, y confundido la sabiduría de los hombres en todos los siglos. Si Dios
ha preordenado todo cuanto ha de suceder, es necesaria toda la serie de eventos,
y la libertad humana es quitada. Los hombres son instrumentos pasivos en las
manos de su Hacedor; ellos no pueden hacer nada sino lo que secreta e
irresistiblemente son influenciados a hacer; por tanto, ellos no son responsables
de sus acciones; y Dios es el Autor del pecado. A esta objeción se replica, que el
decreto divino es extrínseco a la mente humana; que no ejerce fuerza o
influencia sobre nuestras facultades; y que, mientras asegura el futuro de los
eventos, los deja para que sean ejecutados en el ejercicio de nuestra libertad.
Mientras determina que algunas cosas habrían de suceder necesariamente,
determina que otras cosas han de suceder libremente. Dios ha decretado, no sólo
que los hombres actúen, pero que ellos lo hagan libremente, y en consonancia
con su racional naturaleza. El determina el acto, pero los hombres siendo agentes
libres, era posible, con respecto a su libertad abstractamente considerada, que
ellos pueden actuar de modo diferente. No obstante, cuando Ud. ha reflexionado
sobre esta respuesta, y la ha despojado de su forma técnica, Ud. hallará que no
vale nada. Unicamente dice, que, a despecho qel decreto de Dios, el hombre
retiene su libertad de acción, y por consiguiente, nos evade con una aseveración
bajo el pretexto de darnos una explicación. Creyendo que todas las cosas están
inmutablemente fijadas en los consejos divinos, queremos saber cómo la
predestinación es consistente con la libertad. ¿Con qué propósito se nos dice que
Dios ha decretado que algunas cosas sucederán necesariamente, y que otras libremente?
¿Qué información nos da esta respuesta? ¿Cuál duda resuelve?. La
pregunta queda en pie, ¿Cómo pueden ser libres tales acciones que fueron fijadas
de modo que no se puedan evadir?
Es un método más inteligible explicar el asunto por la doctrina, que hace
consistir la libertad en el poder de acción de acuerdo con la inclináción
predominante, o los motivos que aparecen más fuertes a la mente. Las acciones
que son el efecto de la volición son libres. De cualquier maneta que se produjera
el estado de mente que hizo que la volición surgierá, la libertad del agente no es
mayor ni menor. Es su voluntad sola la que ha de ser considerada; y no los
medios por los que ha sido determinada. Si Dios preordena ciertas acciones, y
colocó a los hombres en tales circunstancias que las acciones se efectuaran de
acuerdo con las leyes de la mente, no obstante los hombres son agentes morales
porque ellos actúan voluntariamente, y son responsables de los actos que ellos
mismos han consentido hacer. La libertad no consiste en la libertad de acción,
sino en la opción de actuar. La opción es determinada por algo en la mente
misma, o por algo que desde afuera influencia a la mente; pero cualquiera que
sea la causa, la opción hace la acción libre, y al agente responsable. Si se admite
esta definición de libertad, Ud. verá que es posible reconciliar la libertad de la
voluntad con los decretos absolutos; pero no tenemos que librarnos de cada
dificultad. Esta teoría hace aparecer las acciones humanas tan necesarias como
las mociones de la materia de acuerdo a las leyes de la gravitación y de la
atracción; y el hombre aparece como una máquina, consciente de sus
movimientos, y consintiéndolos, pero impelido por algo diferente de sí mismo.
Sobre un tema de tal naturaleza nadie debiera avergonzarse de reconocer su
ignorancia. No se nos pide que reconciliemos los decretos divinos y la libertad
humana. Es suficiente saber que Dios ha decretado todo lo que ha de suceder, y
que los hombres son responsables por sus acciones. De estas dos verdades se nos
afirma en las Escrituras, y la última es confirmada por el testimonio de la
conciencia. Sentimos que somos libres, aunque no independientes de Dios; de
modo que podemos excusarnos a nosotros mismos cuando hemos hecho nuestro
deber, y acusarnos cuando lo hemos descuidado. No debiera existir en nuestras
mentes sentimientos de aprobación y de reprobación referente a nuestra propia
conducta o la de otros hombres, si creemos que los hombres son necesariamente
agentes, Pero el lazo que conecta los decretos divinos y la libertad humana es
invisible. "Tal conocimiento es demasiado maravilloso para nosotros; es sublime,
no lo podemos alcanzar." Si todas las cosas en la religión fueran niveladas a la
comprensión de la razón, no habría lugar para la fe. Es mejor creer
humildemente, que razonar con presunción. Y todos estos razonamientos
pueden llamarse presuntuosos, cuando conducen a negar la inmutabilidad de los
consejos divinos, o de la libertad de la voluntad humana; que al hombre lo hace
una máquina, y a Dios, el autor del pecado." -Lectures on Theology, p.186.